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Como el presidente más fuerte de la Comisión Europea hasta el momento, impulsó incansablemente su objetivo de crear una Europa unida.

 

Jacques Delors, fallecido el pasado diciembre a la edad de 98 años, será recordado como una de las figuras más talentosas, visionarias de la Europa posterior a la Segunda Guerra Mundial. Pensador de gran escala, Delors fue presidente de la Comisión Europea entre 1985 y 1995, período en el que la entonces llamada Comunidad Económica Europea se convirtió en una alianza política y pasó a llamarse Unión Europea, que en esta década acogió en su seno a España y Portugal en  1986 y a SueciaFinlandia y Austria en 1995, para sumar un total de 15 Estados. En su posterior vida pública siguió trabajando por un objetivo global: la creación de una Europa unida capaz de ejercer su peso en el escenario mundial junto a Estados Unidos y otras potencias como China, India, Japón y Rusia.

Delors llegó a Bruselas en 1985 después de haber sido elegido para la presidencia de la comisión por Mitterrand y Helmut Kohl, el canciller de Alemania Occidental.  Los pilares de su empresa eran dos: el mercado único europeo de capital, trabajo, bienes y servicios; y la unión económica y monetaria. Conscientemente o no, millones de europeos están en deuda con él. Esto se aplica a los 11 millones de estudiantes Erasmus que hasta ahora han participado en el programa y al millón de bebés nacidos de esta experiencia que les cambió la vida. Lo mismo ocurre con todos los europeos que pudieron viajar libremente por la UE tras el Acuerdo de Schengen, así como con aquellos que pudieron establecerse dentro del bloque desde que obtuvieron la ciudadanía de la UE en 1992. Sin mencionar los cientos de miles de empresas que han prosperado en el bloque de Mercado Único y los casi 341 millones que utilizan el Euro a diario. La moneda única fue una de sus grandes apuestas y no llegó bajo su batuta, pero sí siguiendo la hoja de ruta que él mismo dejó escrita.

La contribución de Delors a la causa europea rivaliza con la de Jean Monnet, Walter Hallstein y Robert Schuman, los padres fundadores de la Comunidad Económica Europea, creada en 1958. Como estadista veterano, y según el Finacial Times, Delors era el equivalente europeo de Henry Kissinger, ex secretario de Estado de los Estados Unidos. Resumiendo su filosofía económica como presidente de la Comisión, dijo : “El modelo económico europeo debe basarse en tres principios: la competencia que estimula, la cooperación que fortalece y la solidaridad que une”.

Pascal Lamy (jefe de Gabinete de Delors durante la presidencia de la Comisión y anteriormente como ministro de finanzas francés) ha escrito sobre él: “Jacques Delors sabía envolver sus proyectos en una narrativa a la que prestaba especial cuidado. Cuando enseñaba economía había aprendido a hacer accesibles los conceptos abstractos y a simplificar los mecanismos complicados. Por eso se sigue diciendo que «en tiempos de Delors, la gente entendía Europa»”.

La salida de Delors de Bruselas en 1995 marcó el final de una era política, especialmente cuando decidió no participar en la carrera por la presidencia francesa. En 1996 creó Notre Europe, un Think tank de expertos también conocido como Instituto Jacques Delors, dedicado a objetivos económicos y sociales, así como a la unidad europea.

 

Monsieur Europe

Católico y progresista, se definía a sí mismo como una persona “demasiado socialista para la derecha y demasiado pragmática para la izquierda”. De norte a sur o de derechas a izquierdas del arco político, todas las voces coinciden en su enorme compromiso europeo. Celebrado a la izquierda y derecha como “gran europeísta”, sus necrologías están repletas de calificativos: europeísta convencido, zar de Europa o el último gran europeo. Pero uno sobresale por encima del resto: Monsieur Europe. Leyó como pocos el contexto histórico del momento y maniobró como casi nadie para dejar una herencia basada en los hechos más que en elocuentes discursos.

“Hombre de Estado. Artesano inestable de nuestra Europa. Luchador por la justicia humana. Jacques Delors fue todo eso”, ha asegurado Emmanuel Macron, presidente francés. El jefe del Estado francés insistió en que Delors «hizo avanzar como pocos a nuestro continente» que «rara vez ha progresado tanto». “Leyó claramente el cambio de tiempo provocado por la caída del Muro de Berlín”, ha reaccionado Jaume Duch, portavoz del Parlamento Europeo. “Todos somos herederos de la obra de Jacques Delors: una Unión Europea vibrante y próspera. Forjó su visión de una Europa unida y su compromiso con la paz durante las horas oscuras de la Segunda Guerra Mundial. Con una inteligencia notable y una humanidad sin igual, ha sido el defensor incansable de la cooperación entre las naciones europeas y el desarrollo de la identidad europea. Su presidencia de la Comisión Europea se caracterizó por un profundo compromiso con la libertad, la justicia social y la solidaridad, valores que ahora están arraigados en nuestra Unión”, ha sido la reacción de Ursula von der Leyen, actual presidenta de la Comisión Europea.

Entre otros muchos reconocimientos internacionales, el Consejo de Europa lo nombró Ciudadano de Europa, honor que comparte con otros dos personajes capitales en la idea de «hacer Europa»: Jean Monnet y Helmut Kohl. Gran admirador de la vocación europea de los españoles, “que comprendieron inmediatamente el juego comunitario y que parecían un país fundador y no un recién llegado” –afirmó–, fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación internacional en 1989 o con el primer Premio europeo Carlos V de la Academia de Yuste. En 1998 recibió el X Premio Internacional Cataluña, concedido por la Generalidad.

¿Qué diría hoy Jacques Delors sobre el camino a seguir para Europa?

Cuando una figura política importante ya no está con nosotros, surge esta pregunta. Por supuesto, no puede haber una respuesta definitiva, pero el debate que genera puede ser muy relevanteDurante los últimos años, Delors mostró su preocupación por la falta de interés de los ciudadanos con la UE.

“En estos tiempos de crisis para la identidad europea, es fundamental que la UE demuestre que no está paralizada, sino a punto para actuar como una fuerza de vanguardia en los múltiples retos a los que nos enfrentamos”, escribía hace unos años en una tribuna publicada por Euractiv. Delors fue un hombre de acción. Y su mayor miedo en estos últimos años era que la UE se quedara estancada y burocratizada provocando una desconexión con los ciudadanos.

Una Europa más necesaria y más difícil

Para concluir, exponemos esta obviedad, que se desprende de los numerosos homenajes de estos últimos días: la integración europea parece hoy más necesaria que en la época de Delors, pero más difícil. Es más necesaria si queremos ser más fuertes juntos ante la fragmentación y el embrutecimiento del mundo, reflejados en el retorno de la guerra a Europa. Es más difícil porque el paso que tenemos que dar, el de la «autonomía estratégica», implica pasar de la unión de intereses económicos bien entendidos a la de la política, la unión de pasiones, valores y sueños.

Ahora la UE es una criatura diferente: un bloque continental con 27 estados miembros, que durante más de una década ha luchado con rescates financieros de emergencia de países, la llegada masiva de refugiados, el cambio climático, el Brexit, la guerra en Ucrania y otros desafíos geopolíticos como la crisis del mar Rojo, que apenas estaban en el horizonte en la época de Delors. Aun así, casi tres décadas después de que dejó el cargo, la Europa actual aún lleva su marca indeleble.

En palabras de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, “honramos su herencia renovando sin cese nuestra Europa”.