Las zonas rurales han ido perdiendo población de forma sostenida en los últimos 30 años. Esta tendencia, que si bien es lógica y razonable, en parte se debe a la falta de medios en muchas zonas rurales que hacen que éstas estén en desigualdad de condiciones para competir con las zonas urbanas a la hora de atraer capital y talento.

Al margen de las tradicionales ayudas vía subvención y fondos de desarrollo rural, es urgente un plan integral que asegure que las zonas rurales cuentan con la infraestructura digital esencial así como un marco fiscal que reconozca las dificultades a las que los ciudadanos de estas zonas tienen de hacer frente a los servicios básicos (educación y sanidad), para que puedan competir con una mayor igualdad de condiciones.

Es una de las grandes partidas del presupuesto europeo (cerca del 30%), y uno de los pilares que determinan las grandes dinámicas en el grueso de agentes del sector en todos los países. El gran reto de futuro de la PAC es hacerla cada vez más funcional, es decir, sin renunciar a la protección y el equilibrio entre la actividad agrícola y el medio ambiente. Esta política debe incluir cada vez más criterios económicos que aseguren su competitividad y sostenibilidad económica.

El agua es el combustible del sector, el recurso más básico para la vida en el planeta. Sin agua no existe agricultura. Se trata de un recurso caprichoso. La distribución es tremendamente desigual. En algunos casos, estamos ante un problema de simple escasez: por ejemplo, en los desiertos y zonas áridas donde simplemente no llueve. Sin embargo, el grueso de la problemática en cuanto al agua no deriva tanto de su escasez (falta de lluvia) sino de su mala gestión (marco institucional ineficiente, incentivos perversos, precios distorsionados, etc.). Abordar el tema de la gestión del agua de forma integral, creativa e íntegra es un tema estratégico de cada país y de Europa, clave para la vida y el desarrollo de la industria agroalimentaria.